miércoles 01 de mayo de 2024 - Edición Nº2352
Dar la palabra » Sociedad » 26 oct 2023

Historias y personajes

"Pancho" Perito Moreno, el hombre al que le debemos la Patagonia (Parte 2) (Por Carlos Zampatti)

En la primera parte contamos sobre las excursiones patagónicas que realizó Francisco Moreno y su alarma por la desatención del gobierno argentino para con ese inmenso territorio. Tras su última expedición, luego de escapar de los toldos del cacique mapuche Sayhueque, cuando llegó a Buenos Aires se enteró de que había sido destituido por no haber presentado informes sobre su travesía. Desilusionado, cortó relación con el gobierno, se dedicó a clasificar su colección arqueológica y se fue a Europa invitado por científicos que apreciaban su conocimiento.


EL HOMBRE DE ESTADO

Después de casi 3 años en el extranjero, Moreno retornó a la Argentina en 1883. Cicatrizadas las heridas del ninguneo gubernamental tras su quinta expedición, decidió dar batalla: envió varias extensas cartas a su amigo Bartolomé Mitre en donde le dio detalles del informe que desde hacía 3 años dormía en el cajón de algún escritorio del Ministerio del Interior. Mitre quedó muy impresionado por el contenido. Decidió publicarlo, con dibujos, diagramas y mapas, en la primera página de su diario La Nación, por entregas durante varias semanas.

Impactado, el presidente Julio Argentino Roca ordenó reparar el error. Lo nombró perito con el rango de embajador ya que se había iniciado una nueva etapa en las relaciones con Chile y Argentina no contaba a nadie con el conocimiento de la zona como Francisco «Pancho» Moreno. Previamente, el 29 de julio de 1881, Roca había firmado el tratado de límites, sellando una disputa por la cual los dos países estuvieron a punto de entrar en guerra. El tratado solucionó las diferencias de buena parte de los territorios en disputa, pero la redacción ambigua de algún párrafo dejaba aún mucho para interpretar y negociar. Se había determinado el principio bioceánico (Argentina en el Atlántico y Chile en el Pacífico) y que el límite cordillerano sería las altas cumbres divisorias de aguas. Justamente en ese párrafo se encontraba la ambigüedad: a lo largo de los 5.000 km de límites existen varias divisorias de agua ubicadas muy al este (o sea hacia el Atlántico) de las altas cumbres, en un territorio geológicamente distinto al de la cordillera. Claro que cada parte negaba la existencia de imprecisiones y que la letra del tratado era favorable a sus reclamos.

Todos los valles cordilleranos en litigio conformaban el llamado corredor verde: lago Mascardi y río Manso, lago Lácar en San Martín de los Andes, valle El Bolsón, Esquel, Trevelin (valle 16 de octubre), río Futaleufú, Lago Buenos Aires, etc.

Moreno decidió instalarse en Santiago de Chile, fiel a su convicción de diálogo para llegar a un acuerdo. Cruzó la cordillera desde Uspallata a su modo, a lomo de mula, exponiendo a su familia a las inclemencias climáticas. Como consecuencia de ello, su esposa enfermó gravemente. Aun con ella convaleciente realizó muchas gestiones diplomáticas tratando de zanjar el conflicto que día a día aumentaba en asperezas. Moreno que, a pesar de las diferencias de criterio era bien considerado por sus pares chilenos, se rodeó de prestigiosos hombres de ciencia y acabados conocedores del terreno. Entre ellos Emilio Frey y Clemente Onelli, éste su secretario e incondicional ladero a partir de ese momento.

Para reforzar la posición argentina echó mano, incluso, a ciertas picardías que aprovechaban el desconocimiento de los peritos chilenos sobre el terreno en disputa que los hacía cometer graves errores en los mapas. En una de ellas Moreno «inventó», dibujándolo en un plano, un arroyo de 5 km que unía los lagos Mascardi y Gutiérrez. Eso convertía al Mascardi en un lago de la cuenca atlántica (cuando en realidad desagua en el Pacífico a través del río Manso), ya que el Gutiérrez es un tributario del Nahuel Huapi que lleva sus aguas hacia el este a través de los ríos Limay y Negro.

Pero había un tema en uno de los lugares en disputa que a Moreno lo preocupaba mucho. En alguna de las excursiones patagónicas previas, había observado que la cuenca del lago Buenos Aires (los chilenos lo llamaban General Carrera) se mostraba dubitativa: en algunos períodos geológicos desaguaba hacia el Atlántico y en otros al Pacífico. Decidido a remediarlo, organizó una expedición con su ayudante Onelli para tratar de resolver esa ambigüedad. Quería adelantarse a una comisión exploradora chilena que arribaría al lugar e impedir que usara el sentido de circulación del agua hacia el Pacífico para fortalecer su posición en las negociaciones.

Estaba en los preparativos cuando murió su esposa por la grave neumonía que había contraído en el cruce de la cordillera. Quedó solo con sus cuatro hijos en Santiago de Chile. Decidió llevarla a enterrar a Buenos Aires por barco, la única forma de transportarla. Ese traslado y el duelo subsiguiente (debería además resolver la situación de sus hijos) lo haría ausentarse por varios meses de Santiago de Chile y de sus obligaciones diplomáticas.

La expedición se haría de todas maneras.

 

EL DESVÍO DEL RÍO FÉNIX

El encargado de que el río Fénix vertiera al Atlántico (poco más que una travesura, diría Moreno), sería Clemente Onelli, un naturalista italiano que había llegado al país diez años antes y que trabajó en la comisión de límites desde 1896 hasta 1903. Quería demostrar que la divisoria de aguas continentales era un límite arbitrario y mutable y que lo que verdaderamente importaba era la línea de altas cumbres.

El río Fénix está ubicado en el noroeste de la provincia de Santa Cruz, cerca del límite con Chubut. Luego de nacer en un cerro (Ap Iwan) que es límite entre Argentina y Chile, toma dirección hacia el sudeste y después de muchos meandros duda entre ir al Atlántico o a al Pacífico. Lo ha hecho en forma indistinta según las eras geológicas. En ese año, 1898, se dirigía hacia el lago Buenos Aires/Carrera. Éste, a través del río Baker, en territorio chileno desagua en el Pacífico. Moreno, en viajes anteriores, había advertido que podría desviarlo hacia la cuenca del río Deseado y Pinturas que desaguan en el Atlántico. Para eso era necesario ahondar un viejo cauce de un largo de 17 km (nada para la estepa patagónica).

De acuerdo a las instrucciones de Moreno, Onelli fue hasta la colonia galesa 16 de octubre (hoy Trevelin) y solicitó 15 hombres rudos que manejaran pico y pala. Hubo algunos recelos ante ese desconocido que hablaba un cocoliche extraño, pero cuando mencionó a Moreno no hubo más reparos: le debían mucho los galeses porque había intercedido ante el gobierno nacional para obtener la titularidad de las tierras que ocupaban.

Debido a que la comisión exploradora, con el perito chileno, estaba en viaje hacia la zona, trabajaron a destajo durante 11 días. El trabajo fue tan rudo que incluso tuvo que sofocar algún motín a punta de pistola. Faltaba nada para terminar la canalización cuando un vigía, mediante señales de humo, les informó que la Comisión chilena se acercaba. Onelli sabía que no llegarían antes del mediodía siguiente por las condiciones del terreno. Como el agua aún no se decidía a retomar su camino hacia el Atlántico, decidió trabajar toda la noche para lograrlo.

Al mediodía siguiente, cuando llegó el grupo chileno al lugar encontraron un río que iba hacia el este por su antiguo cauce y en un costado montículos de tierra recién apisonada que impedía que fuera al oeste, al océano Pacífico. Cerca, restos de un fogón aún tibio indicaba que la comisión canalizadora se había retirado poco antes.

El escándalo fue total. Los chilenos estaban indignados, los titulares de los diarios santiaguinos hablaban del despojo argentino. Hubo protestas diplomáticas que fueron respondidas por la cancillería argentina reconociendo que «…los ayudantes del perito Moreno restablecieron el curso normal del río, pero no intentaron cambiar la situación de la cordillera de los Andes».

Meses después, cuando Moreno volvió a Santiago de Chile, siempre acompañado por Clemente Onelli, el recibimiento no fue el mismo de la vez anterior. Hubo mucha hostilidad y pedradas (una de esas piedras está como recuerdo en el Museo de ciencias naturales de La Plata). Tuvo que volver a Buenos Aires a las pocas semanas. El clima prebélico creado se hacía insostenible. Los chilenos no querían ceder más territorio: sostenían que con el tratado de 1881 habían perdido media Patagonia que les pertenecía.

En Buenos Aires Moreno se reunió inmediatamente con el presidente Roca, quien le dijo que la única forma de quitarle presión al belicismo era llamar a un laudo arbitral, tal como estaba previsto en el tratado de 1881. Pero Roca y Moreno eran conscientes de que en estos laudos en general se fallaba salomónicamente, dando un poco a cada uno. Y el corredor verde debía ser argentino en su totalidad. Entonces entre ambos inventaron una nueva zona de conflicto: el Seno de Última Esperanza, donde está asentada la ciudad de Puerto Natales. La justificación para reclamar derechos sobre ella tenía en cuenta que las altas cumbres pasaban sobre las islas que estaban ubicadas más hacia el oeste, bordeando del Pacífico. Era una postura muy débil pero suponían que serviría para balancear el fallo que deseaban: el corredor verde, para Argentina y el Seno de Última Esperanza para Chile.

Es así como los presidentes de ambos países acordaron someter las divergencias a un laudo arbitral de la corona británica. A partir de este momento se desplegó el talento y la picardía de Pancho Moreno al servicio de los intereses argentinos.

Se radicó con sus hijos en edad escolar en Londres y comenzó su tarea diplomática. El rey Eduardo VII designó como árbitro para resolver el conflicto al coronel Thomas Holdich, un veterano en la resolución de controversias limítrofes en India, Pakistán y África.

¿Cuál fue la tarea de Moreno? En principio, dar a conocer sus trabajos al mundo científico, en particular el europeo, acrecentando su prestigio. Estaba convencido de que su conocimiento del mítico territorio patagónico daba sustento a la posición argentina.

Las negociaciones fueron largas y ásperas. Durante varios años el mediador escuchó pacientemente las ponencias de cada uno de los países representados por sus peritos. Hubo muchas discusiones e informes que eran rebatidos por la contraparte. Se presentaron, sobre todo de la parte chilena, planos que en algunos casos eran más expresiones de deseos que realidades topográficas. Pero Moreno contaba con una ayuda  adicional: El advenimiento de la fotografía: su archivo fotográfico de la región patagónica era por mucho el mejor del mundo. Eso y su erudición encandilaron a la Real Sociedad Geográfica británica. Tal ha sido su prestigio que fue nombrado miembro en esa sociedad y en las equivalentes francesa e italiana.

Finalmente, en 1902, seis años después del comienzo de la mediación, Thomas Holdich decidió confirmar en el terreno quién había dicho menos mentiras en las mesas de negociación. A algunas de ellas, Moreno las llamaba «mentiras patrióticas».

En esa exploración hubo situaciones que más que al relato histórico parecen pertenecer a la ficción literaria o cinematográfica.

 

EL PLEBISCITO DE LOS GALESES

Los galeses que llegaron en 1865 a lo que hoy es Puerto Madryn y con el tiempo fueron colonizando tierras a lo largo del río Chubut en busca de suelos más fértiles. Veinte años después algunos de ellos se instalaron en un valle cordillerano, que denominaron 16 de octubre, a 500 km de Madryn. Ese valle de gran fertilidad era uno de los objetos de disputa entre Chile y Argentina. Los primeros reclamaban su pertenencia pues formaba parte de la cuenca del río Futaleufú que desagua en el Pacífico mientras que Argentina sostenía lo contrario pues las altas cumbres estaban mucho más al oeste. En 1895 se censaron a 100 habitantes permanentes (casi todos galeses) y 800 temporarios, de los cuales la mitad eran tehuelches, mapuches y chilenos.

En 1902 la comisión arbitral dirigida por el coronel Thomas Holdich llegó a ese valle. En ella viajaban, además de 20 hombres entre baqueanos y ayudantes, Pancho Moreno, y Hans Steffen, los peritos argentino y chileno, respectivamente. Holdich quería conocer cómo era la situación en el terreno y la postura de quienes la habitaban. Decidió que el 30 de abril de 1902 votaran a qué país querían pertenecer. El plebiscito se hizo en la escuela nacional N° 18, de río Corintos en donde concurrieron durante 3 días quienes habitaban los campos aledaños. La inmensa mayoría optó por la Argentina. Pesaron muchas cosas en esta decisión, pero sobre todo el trabajo previo del perito, y la ayuda que les había brindado para la obtención de los títulos de propiedad. Una fidelidad de los galeses para con Moreno que ya había quedado demostrada en el desvío del río Fénix.

Los lugareños agasajaron a Holdich y el resto de la comitiva con un almuerzo que incluía manjares de la zona como patos y otras delicadezas. Cuenta la historia que uno de los integrantes de la comitiva dijo:

―Muy ricos estos patos.

―Sí ―dijo el árbitro británico―, son sabrosos porque se cazan en tierra argentina.

A los chilenos no les gustó nada esa acotación que confirmaba que Holdich ya había decidido de quién era ese valle. El plebiscito aseguró la titularidad argentina de lo que hoy conocemos como Esquel, Trevelin, El Bolsón, lago Puelo, Cholila y el parque nacional Los Alerces.

El 30 de abril, por esa razón, es feriado provincial en Chubut.

 

VALLE DE LOS HUEMULES

La comisión limítrofe continuó a caballo su marcha hacia el sur. Desde ambas partes se exageraba (y también se mentía) sobre los logros, tratando de seducir al representante del Reino Unido para que los favoreciera en el laudo. En toda la negociación previa, Moreno había resaltado como una conquista de la soberanía argentina, que a unos 50 km al norte del lago Buenos Aires/Carrera había creado una colonia de inmigrantes lituanos y polacos.

Al lugar lo llamó Valle de los Huemules, y está en el sur de Chubut, casi en el límite con Santa Cruz. Cuando llegaron, en lugar de una colonia encontraron una sola casa, bastante grande por cierto, habitada al momento de llegar por un solo hombre, Julio Koslowski. En realidad se trataba de un empleado del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, y dependía directamente de su director. Moreno lo había «plantado» allí los efectos de armar una escenografía de colonia de campesinos. Ante la sorpresa de Holdich y el enojo de Steffen, tuvieron que explicar por qué no había más gente: que algunos se habían ido por no adaptarse al clima, que en la próxima primavera llegaba un nuevo contingente, que en principio habían hecho una casa muy grande para albergar más gente pero estaba programada la construcción de varias más, etc. Por supuesto, los argumentos no convencieron a Holdich y mucho menos a Steffen. Moreno sacó un as de la manga: les señaló una línea de postes que se perdía en el horizonte coronados por un par de hilos metálicos.

―La prueba de que hemos dotado de modernidad a este lugar ―les dijo― es esta línea de telégrafo que lo une luego de 350 km con el puerto de Tilly Road (actual Rada Tilly).

Impactado, pero también desconfiado, Holdich les dijo «Vamos a ver si es cierto. Voy a mandar dos mensajes, uno a mi embajada en Buenos Aires y otro a Londres. Sólo me convencerá, doctor Moreno, si tengo una respuesta en unos pocos días».

La realidad es que la red de telégrafo era una parodia. No tenía más de 8 km, en donde al final había otra terminal que recibía el mensaje emitido desde la colonia de Koslowsly por el coronel Holdich. Un jinete ad hoc estaba esperando que la terminal imprimiese la tira de papel con los puntos y rayas del código Morse con el mensaje. Con esa tira hizo otros 150 km al galope hasta un lugar intermedio, cerca de lo que hoy es Colonia Sarmiento, donde había otra terminal que lo conectaba telegráficamente con el destino final. De allí lo mandó a Rada Tilly, desde donde lo enviaron a Buenos Aires y Londres. Luego, el camino inverso para la respuesta.

Todo este proceso demoró una semana que los integrantes de la comisión aprovecharon para hacer una investigación en el río Fénix. Allí, a pesar de que se comprobó la canalización del río, primó el criterio argentino, por eso el lago es binacional y toda la cuenca del Fénix quedó en territorio argentino. Actualmente el río desagua hacia el atlántico por el mismo cauce excavado por Onelli y los quince galeses.

A la vuelta, a poco de llegar al valle Los Huemules, Holdich recibió un mensaje por el telégrafo con la noticia de que se había llegado a un acuerdo de paz en la guerra con los Boers de Sudáfrica. La noticia, reciente, «confirmó» que el telégrafo era una línea continua que unía la cordillera con el Atlántico y convenció a Holdich.

Finalmente, el laudo arbitral estableció un fallo salomónico: el corredor verde quedaba para Argentina y el seno de Última Esperanza para Chile tal como lo habían planteado los estrategas del diferendo. Pancho Moreno lo hizo de nuevo. Su tarea fue tal que dio origen a la famosa frase de Holdich: "todo lo que obtuvo la Argentina se debe a la tarea de Moreno".

Y para finalizar esta etapa de negociador diplomático, digamos que su aporte a la soberanía no se circunscribió en la Patagonia. En su larga estadía en Londres logró que el gobierno británico cediera gratuitamente las islas Orcadas del Sur. En enero de 1904 flameó la bandera argentina por primera vez en territorios antárticos en reemplazo de la de los escoceses que meses antes habían instalado allí un observatorio meteorológico.

 

EL FILÁNTROPO

Mientras velaba por los intereses argentinos en la Patagonia, Moreno no se quedaba quieto: instó a la creación del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Logró que se comiencen las obras en 1884 y finalmente, con su presidencia, fue inaugurado el 19 de noviembre de 1888. El monumental edificio, de estilo arquitectónico neoclásico, ubicado en el Paseo del Bosque, fue declarado monumento histórico nacional en 1997. Desde su creación el museo fue distinguido como uno de las más importantes del mundo y Moreno legó a su patrimonio todo el archivo arqueológico y paleontológico fruto de sus expediciones, no sólo en la Patagonia sino en toda la Argentina.

En sus últimos años Moreno se sintió decepcionado por el trato que el gobierno nacional dio a los aborígenes cautivos luego de la campaña al desierto. Él siempre fue un convencido de que la colonización de la Patagonia se debería haber hecho incluyendo a sus ocupantes originarios, más allá de sus observaciones sobre las particularidades de cada etnia. Sostenía que los mapuches eran más hostiles pero más proclives al trabajo y a actividades de labranza de la tierra. En cambio los tehuelches eran más perezosos y no abandonaban su nomadismo: no se oponían a la civilización, pero no aceptaban integrarla. Visitó a Sayhueque en su prisión en Retiro. En ese acto, el cacique le recriminó a Pancho «que se hubiera ido sin saludarlo» cuando se fugó de los toldos de Caleufú. Intercedió ante las autoridades para que lo devuelvan a sus tierras. Logró que años después, cuando su estrella ya se apagaba, le dieran dos leguas cuadradas de campo en la zona de Genoa, en el centro oeste del Chubut. Llevó, además, a Inacayal, otro cacique detenido con el que había confraternizado, al predio del museo de La Plata con su familia, en donde se movía con libertad.

Pero el desvelo de Moreno no se circunscribía a huesos y piedras. Soñaba con que la Argentina hiciera honor al inmenso esfuerzo que significó la conquista de la Patagonia dotándola de desarrollo. Junto a Exequiel Ramos Mexía (otro grande olvidado), ministro de Roca y de otros presidentes, soñaron embalses (el del Chocón lleva su nombre), nuevas ciudades, riegos y fertilización de la estepa. Además, el entramado ferroviario patagónico que se construyó parcialmente años después, salió de la cabeza y frutos de los sueños de Pancho Moreno.

  • la Trochita, de Jacobacci a Esquel, era la primera etapa de una línea que debería llegar hasta Río Turbio y Río Gallegos;

  • el de Puerto Deseado hasta el lago Buenos Aires, que se construyó sólo hasta Las Heras;

  • el del sur del Chubut, desde Comodoro Rivadavia hasta Genoa, que llegó a Colonia Sarmiento;

  • el ferrocarril central de Chubut (de Madryn hasta Tecka que se construyó sólo hasta Alto de Las Plumas),

  • el de San Antonio Oeste a Bariloche, el único tramo que se completó.

En retribución de sus servicios el gobierno nacional le entregó a Moreno 7.500 hectáreas a orillas del lago Nahuel Huapi (en la zona del Paso Pérez Rosales, Lagunas Frías y puerto Blest). Poco después, el perito le envió una nota al ministro del interior en donde las devolvió «con la condición de que se creara un parque nacional». El Parque Nacional Nahuel Huapi creado fue el tercero en el mundo, los otros dos estaban en América del norte.

Como reconocimiento, el gobierno nacional también le entregó un título por 125.000 hectáreas (50 leguas cuadradas) ubicadas en la zona de Cholila. Al tiempo las malvendió, según dijo, «a un especulador que no había pisado suelo patagónico y que había acrecentado su fortuna negociando las tierras ganadas con la sangre y el sudor de gauchos e indios». Florentino Martínez de Hoz era su nombre, que entre paréntesis, las revendió a la compañía chilena Cochamó. Él, como otros acaudalados comerciantes, compraba los certificados que el Estado Nacional había concedido a los soldados y oficiales que participaron en la Campaña del Desierto. A los soldados se les asignaba títulos por 100 hectáreas que vendían a los especuladores por ¡20 pesos!, el equivalente a un fusil Winchester y un porrón de ginebra.

¿Qué hizo Moreno con lo obtenido por la venta de las 125.000 hectáreas? Financió la construcción de una escuela hogar, «Obra de la Patria», para cientos niños pobres en la quinta que heredó de sus padres, en Parque Patricios. Allí distribuyó a su costo durante años doscientos platos diarios de comida «porque un niño con la barriga vacía, por más que lo intente, no puede aprender a escribir la palabra pan».

Murió el 22 de noviembre de 1919 en la pobreza absoluta y fue enterrado en la Recoleta. Dijo poco antes de morir: «yo que he dado 4.500.000 hectáreas a mi patria, no dejo a mis hijos ni un solo metro cuadrado en donde sepultar mis cenizas». En 1920, un año después de su muerte, el Banco Nación Argentina remató judicialmente todos sus bienes para cubrir sus deudas y créditos pendientes.

25 años después sus restos fueron llevados al parque nacional que él mismo donó. El 22 de enero de 1944 fue enterrado en la isla Centinela, del lago Nahuel Huapi. En ese acto su ataúd fue cubierto por la bandera nacional y por los ponchos de los caciques Catriel, Pincén y Sayhueque.

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